sábado, 22 de enero de 2011

Patatas ‘a la gorriné’

http://webosfritos.es/2008/08/patatas-a-la-gorrine/


Esta patata que utilizo es especial de la zona: viene de El Picazo, un pueblo de Cuenca, y es ideal tanto para este plato como para ponerlas de guarnición, ya peladas, en asados o para un hervido de verdura, donde quedan riquísimas. La piel no es en exceso fina y por eso sirven muy bien para este cometido, ya que no se rompe, y la sal no penetra dentro de la patata, lo que la dejaría inservible. Hace unos días comentaba con mi amigo el Naúfrago de San Barandán, en nuestro intercambio casi semanal de recetas y pareceres, el tema de las papas arrugás, como decimos los godos. Él es canario, y me hizo una disertación interesantísima sobre las papas y los mojos, que dejaré para un post-erior.
En mi casa son mucho más sobrias, ya que se acompañan simplemente con un chorrito de aceite de oliva virgen extra. Se pelan fenomenal y la maravilla de este plato, es que, al ir a comerlas y quitarles esa costra crujiente que les da la sal, se quedan con el punto justo de sal, y el sabor es tan maravilloso y delicado que me parece uno de los mejores manjares que existen. A veces las acompañamos de un poco de mayonesa ambientada con un ajo machacado.
Receta
Ingredientes para cuatro personas comilonas
1 kilo y medio de patatas pequeñas, redondas e igualitas, de piel fuerte
5 puñados generosos de sal gruesa marina
Agua
Preparación
1. Poner la patatas lavadas en una cacerola con tapa —mejor cacerola que olla, así evitamos que al cocer fuerte a presión se abran— y echar agua, pero sin que llegue a cubrirlas. Añadir la sal, pero ¡ojo! reservar un puñado para más tarde.
2. Poner a hervir a fuego alegre, medio tapadas, para que respiren. El tiempo —orientativo, porque depende de la patata— es de unos 20 a 25 minutos. Hay que estar pendiente para que queden cocidas pero que no se rompan, porque quedarían inservibles. Cuando nos parezca, pinchar la patata, y si está cocida, tirar el agua dejando menos de un dedo de la misma.
3. Echar el último puñado de sal y ponerlo de nuevo al fuego. Cuando el agua que queda se evapora, darles una vuelta con cuidado, y veremos que la sal va formando una costra. Cuando esté evaporada toda el agua, y la patata se quedé un poco arrugailla, está hecha. Si no se han roto estarán perfectas, nada saladas. Es como milagroso este asunto.
4. Dejar reposar unos minutos. Pelar con los dedos, comer con las manos, gozar con todos los sentidos…
Sencillez y hermosura.
Una delicia que os mando desde la Mancha.
Cocina pobre para paladares agradecidos.

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